Perdida en Manhattan.

Cuéntame la historia que yo te contaba cuando lo necesitabas, porque creo que yo la necesito más que tú. Que no me sale vivir sin ti, o no me sale vivir, sencillamente. Aunque voy a intentarlo, porque cuando no te queda nada, ya no tienes nada que perder.
Cuánto me jode que tengas razón, y que ésa sea la razón por la que te necesito tanto.

Yo tenía reservado medio estómago para tus mariposas, pero cada vez que abro la boca para hablarte se cuelan por lo menos seis, y se están empezando a mezclar con la mierda que me trago todas las mañanas, asique no te enfades si no distingo entre amor y odio, porque todo es culpa tuya y de tus mariposas.

El invierno vino y se la llevó con él. La siguen buscando, porque no quieren creer que se ha ido. Porque se ha ido y no va a volver. Con el viento helado, con los copos de nieve que se clavaban en su cara, con las recientes luces de navidad que desordenaban la ciudad.  Hace más frío desde que no está. Los radiadores ya no calientan, y ella, pobrecita, ha desaparecido llevándose el color más bonito del mundo, el azul de sus ojos, sus pequeñas e invisibles pecas, y su dulzura.
Sé que no vas a llegar por mucho que te espere.
¿Para qué viniste, si te tuviste que ir?
¿Qué haría yo si fuera la persona que pactó pasar el resto de su vida junto a ella?

Hola mundo. Espero que estés escuchando.
Si te digo que te quiero, no me pidas ninguna explicación. Queda prohibido no buscar la felicidad. Equivócate, mete la pata, jódelo todo, cómprate un avión sin retorno, haz el ridículo, duerme en un portal, deja todo por un sueño. Pero nunca dejes de intentarlo. Y jamás deas por perdida la partida, cree en ti. Y aunque duelan las heridas, cúralas. Es mucho lo que tenemos y estamos tristes por lo poquito que nos falta. A reirnos juntos de los días, a sentir juntos las noches. ¿Que lo ves complicado? ¿Y qué? Agarra tu chaqueta de cuero que te hace parecer un niño malo, sal a la calle, que la gente te mire con envidia al ver lo felíz que eres. Encontrarnos en ése bar, te miro y me miras y sonreímos un poco con la cara que ponen los niños cuando han hecho algo que no deberían hacer, me besas, y las circustancias no nos permiten mirar la hora pero eso da igual, porque lo que menos importa es eso. Y bebernos hasta nuestra propia saliva y perdernos en un beso y... Y eso. Sería bonito. Y ahora, después de escucharme, ¿Porqué no dejas atrás esa cara y le regalas al mundo una sonrisa, de esas tuyas torcidas que me hacen temblar? Mira qué día más bonito hace hoy, no querrás estropearlo con tu cara gris, ¿Verdad?

Hace tiempo que Nicole se puso su vestido blanco, ése que tanto le gustaba, se pintó la raya del ojo y se fue de casa. Ahora no sé nada de ella... ¡Ah si! Que se está comiendo el mundo.

Eres como la cebolla: estás muy bueno, pero haces llorar.