Perdida en Manhattan.

Me fuí porque me molestaba el ruido de las olas, y ahora me molesta más el tic-tac del reloj. Es sorprendente como pasa el tiempo, sin que nada ni nadie pueda cambiarlo, y cada segundo es una espina que se clava en lo más profundo de tí. Ni siquiera puedes pensar en qué quieres hacer, a quién quieres amar, a quién quieres odiar, no, sólo debes esperar, esperar algo que nunca vendrá.
Me fuí poruqe no quería estar a tu lado, y ahora me siento sola. Nadie se preocupa como tú lo hacías, aunque te tirara los trastos a la cabeza. Más sorprendente aún es que me siguieras queriendo como el primer día.
Dos vidas destrozadas, insignificante, ¿verdad?
Muy bien, a nadie le importa lo que nos pase, por mucho que lo nieguen. Qué novedad, dos vidas tiradas a la basura por lo poco que valían.
El silencio cada vez entra más dentro de nuestros corazones, tanto que ni se paran a oir sus propios latidos.
Ahora, me da igual el ruido de las olas. Me da igual que la humedad entre en la piel. Ahora quiero algo que tuve, y no lo supe apreciar.
Tú.

No quiero irme, pero cada vez estoy más lejos. Cada día desaparecen partes diferentes en mí.
Desaparecer, no estaría tan mal, al fin y al cabo yo creo que hasta valdría la pena. Pero si desaparecer quiere decir: Olvidar, dejar de querer, dejar que te quieran, y tener que enfrentarme a la realidad, me lo pensaría más.
Pero tan sólo es pensar una cosa que no va a ocurrir, como todo lo que pienso, una gran pérdida de tiempo.

Esquivando los últimos rayos del Sol, Kenae volvió a casa. Se le volvió a caer el mundo encima. Al ver que no estaban sus padres, abrió el armario de las bebidas y se hechó en un pequeño vaso algo de Whisky. No le gustaba en absoluto. Le hacía daño en la garganta y le quemaba el pecho. Pero era una forma de demostrar lo poco que se quería a sí misma. Repitió. No se mareaba porque (entre muchos defectos suyos), tenía el hígado hecho una mierda. Ya en la cama, no podía dejar de pensar. Vomitó todo lo que no había podido decir durante el día, reventó, lloró. Y se intentó dormir. Qué difícil es conciliar el sueño cuando no hay sueños que soñar.

Cierra los ojos y no dejes que se habran más sin tu consentimiento. No dejes que tu corazón lata si tu no lo deseas. Que tu cabeza se ponga en funcionamiento, y piense en un quizás o un tal vez. Nada tiene que funcionar, cuando las ganas se han escondido en la oscuridad, y la soledad no quiere abandonarte, quiere estar a tu lado para siempre como te lo prometio una vez más. Él corrompe con tu silencio. Él es el único que ve tus lágrimas. Es cuando te ríes de la ingenuidad del mundo que te vio desde que naciste, cuando abres los ojos y tu corazón se pone en funcionamiento, cuando le dices al mundo entero que esto no es una carta de suicidio. Y entonces todo vuelve a comenzar. Todo sigue, como una cruel ruleta del destino, y tu corazón vuelve a pararse y tus ojos poco a poco se comienzan a cerrar.